DÉCADA DE LA EDUCACIÓN PARA LA SOSTENIBILIDAD
TEMAS DE ACCIÓN CLAVE
Compromiso por una educación para la sostenibilidad:
Naciones Unidas, frente a la gravedad y
urgencia de los problemas a los que se enfrenta hoy la humanidad, ha instituido
una Década de la Educación para un Futuro Sostenible (2005–2014), designado a
UNESCO como órgano responsable de su promoción.
Vivimos
una situación de auténtica emergencia planetaria, marcada por toda una serie de
graves problemas estrechamente relacionados: contaminación y degradación de los
ecosistemas, agotamiento de recursos, crecimiento incontrolado de la población
mundial, desequilibrios insostenibles, conflictos destructivos, pérdida de
diversidad biológica y cultural… Esta situación de emergencia planetaria aparece
asociada a comportamientos individuales y colectivos orientados a la búsqueda
de beneficios particulares y a corto plazo, sin atender a sus consecuencias
para los demás o para las futuras generaciones. Un comportamiento fruto, en
buena medida, de la costumbre de centrar la atención en lo más próximo,
espacial y temporalmente.
Proponemos
por ello el lanzamiento de la campaña Compromiso
por una educación para la sostenibilidad. El compromiso, en primer
lugar, de incorporar a nuestras acciones educativas la atención a la situación
del mundo, promoviendo entre otros:
• Un consumo responsable, que se ajuste a las
tres R (Reducir, Reutilizar y Reciclar) y atienda a las demandas del “Comercio
justo”.
• La reivindicación e impulso de desarrollos
tecnocientíficos favorecedores de la sostenibilidad, con control social y la
aplicación sistemática del principio de precaución.
• Acciones sociopolíticas en defensa de la
solidaridad y la protección del medio, a escala local y planetaria, que
contribuyan a poner fin a los desequilibrios insostenibles y a los conflictos
asociados, con una decidida defensa de la ampliación y generalización de los
derechos humanos al conjunto de la población mundial, sin discriminaciones de
ningún tipo (étnicas, de género…).
•
La superación, en definitiva, de la defensa de los intereses y valores
particulares a corto plazo y la comprensión de que la solidaridad y la
protección global de la diversidad biológica y cultural constituyen un
requisito imprescindible para una auténtica solución de los problemas.
1. La sostenibilidad como [r]evolución
cultural, tecnocientífica y política.
El
concepto de sostenibilidad surge por vía negativa, como resultado de los
análisis de la situación del mundo, que puede describirse como una «emergencia
planetaria, como una situación insostenible que amenaza gravemente el futuro de
la humanidad.
“Un futuro amenazado” es, precisamente,
el título del primer capítulo de Nuestro futuro común, el informe de la
Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo, conocido como Informe
Brundtland (cmmad, 1988), a la que debemos uno de los primeros intentos de
introducir el concepto de sostenibilidad o sustentabilidad: «El desarrollo
sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades de la generación
presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para
satisfacer sus propias necesidades».
Una
idea reciente que avanza con mucha dificultad, porque los signos de degradación
han sido hasta recientemente poco visibles y porque en ciertas partes del mundo
los seres humanos hemos visto mejorados notablemente nuestro nivel y calidad de
vida en muy pocas décadas.
La
supeditación de la naturaleza a las necesidades y deseos de los seres humanos
ha sido vista siempre como signo distintivo de sociedades avanzadas, explica
Mayor Zaragoza (2000) en Un mundo nuevo. Ni siquiera se planteaba como
supeditación: la naturaleza era prácticamente ilimitada y se podía centrar la
atención en nuestras necesidades sin preocuparse por las consecuencias ambientales
y para nuestro propio futuro. El problema ni siquiera se planteaba. Después han
venido las señales de alarma de los científicos, los estudios internacionales…
pero todo eso no ha calado en la población, ni siquiera en los responsables
políticos, en los educadores, en quienes planifican y dirigen el desarrollo
industrial o la producción agrícola…
Por
esa razón, Naciones Unidas, frente a la gravedad y urgencia de los problemas a
los que se enfrenta hoy la humanidad, ha instituido una Década de la Educación para
un futuro sostenible (2005–2014), designando a UNESCO como órgano responsable
de su promoción y encareciendo a todos los educadores a asumir un compromiso
para que toda la educación, tanto formal (desde la escuela primaria a la
universidad) como informal (museos, medios de comunicación...), preste
sistemáticamente atención a la situación del mundo, con el fin de fomentar
actitudes y comportamientos favorables para el logro de un desarrollo
sostenible.
2. Educación para la sostenibilidad
Como señala UNESCO:
El
Decenio de las Naciones Unidas para la educación con miras al desarrollo
sostenible pretende promover la educación como fundamento de una sociedad más
viable para la humanidad e integrar el desarrollo sostenible en el sistema de
enseñanza escolar a todos los niveles. El Decenio intensificará igualmente la
cooperación internacional en favor de la elaboración y de la puesta en común de
prácticas, políticas y programas innovadores de educación para el desarrollo
sostenible.
En esencia se propone
impulsar una educación solidaria –superadora de la tendencia a orientar el
comportamiento en función de intereses particulares a corto plazo, o de la
simple costumbre– que contribuya a una correcta percepción del estado del
mundo, genere actitudes y comportamientos responsables y prepare para la toma
de decisiones fundamentadas dirigidas al logro de un desarrollo culturalmente
plural y físicamente sostenible.
La educación para un
futuro sostenible habría de apoyarse, cabe pensar, en lo que puede resultar
razonable para la mayoría, sean sus planteamientos éticos más o menos
antropocéntricos o biocéntricos. Dicho con otras palabras: no conviene buscar
otra línea de demarcación que la que separa a quienes tienen o no una correcta
percepción de los problemas y una buena disposición para contribuir a la
necesaria toma de decisiones para su solución.
Una adecuada educación ambiental para el
desarrollo sostenible es incompatible con una publicidad agresiva que estimula
un consumo poco inteligente; es incompatible con explicaciones simplistas y
maniqueas de las dificultades como debidas siempre a “enemigos exteriores”; es
incompatible, en particular, con el impulso de la competitividad, entendida
como contienda. Educación para la sostenibilidad para lograr algo contra otros
que persiguen el mismo fin y cuyo futuro, en el mejor de los casos, no es
tenido en cuenta, lo cual resulta claramente contradictorio con las características
de un desarrollo sostenible, que ha de ser necesariamente global y abarcar la
totalidad de nuestro pequeño planeta.
¿Qué es lo que cada
uno de nosotros puede hacer “para salvar la Tierra”?
Las llamadas a la responsabilidad individual se
multiplican, incluyendo pormenorizadas relaciones de posibles acciones
concretas en los más diversos campos que podemos agrupar en:
Consumo responsable
(ecológico o sostenible), presidido por las “3 R” (reducir, reutilizar y
reciclar), que puede afectar desde la alimentación (reducir, por ejemplo, la
ingesta de carne) al transporte (promover el uso de la bicicleta y del
transporte público como formas de movilidad sostenible), pasando por la
limpieza (evitar sustancias contaminantes), la calefacción e iluminación (sustituir
las bombillas incandescentes por las de bajo consumo) o la planificación
familiar, etc., etc.
Comercio justo, que
implica producir y comprar productos con garantía de que han sido obtenidos con
procedimientos sostenibles, respetuosos con el medio y con las personas (y que
ha dado lugar a campañas como “Ropa limpia”, centrada en el comercio textil o
“Juega limpio” que se ocupa más concretamente de ropa deportiva).
Activismo ciudadano ilustrado, lo que exige
romper con el descrédito de “la política”, actitud que promueven quienes desean
hacer su política sin intervención ni control de la ciudadanía.
El futuro va a
depender en gran medida del modelo de vida que sigamos y, aunque éste a menudo
nos lo tratan de imponer, no hay que menospreciar la capacidad que tenemos los
consumidores para modificarlo.
Se requieren acciones educativas que
transformen nuestras concepciones, nuestros hábitos, nuestras perspectivas...
que nos orienten en las acciones a llevar a cabo, en las formas de
participación social, en las políticas medioambientales para avanzar hacia una
mayor eficiencia, hacia una sociedad sostenible... acciones fundamentadas, lo
que requiere estudios científicos que nos permitan lograr una correcta
comprensión de la situación y concebir medidas adecuadas.
Es necesario, por ello, establecer
compromisos de acción en los centros educativos y de trabajo, en los barrios,
en las propias viviendas… para poner en práctica algunas de las medidas y
realizar el seguimiento de los resultados obtenidos. Estas acciones debidamente
evaluadas se convierten en el mejor procedimiento para una comprensión profunda
de los retos y en un impulso para nuevos compromisos. Éste es el objetivo, por
ejemplo de “Hogares verdes”, un programa educativo dirigido a familias preocupadas
por el impacto ambiental y social de sus decisiones y hábitos cotidianos. El
programa persigue:
• Promover el autocontrol del consumo de agua
y energía.
•
Introducir medidas y comportamientos que favorezcan el ahorro.
• Ayudar a hacer una compra más ética y
ecológica.
3. Crecimiento económico y sostenibilidad
Mientras los
indicadores económicos como la producción o la inversión han sido, durante
años, sistemáticamente positivos, los indicadores ambientales resultaban cada
vez más negativos, mostrando una contaminación sin fronteras y un cambio
climático que degradan los ecosistemas y amenazan la biodiversidad y la propia
supervivencia de la especie humana.
Podemos afirmar que
si la economía mundial tal como está estructurada actualmente continúa su expansión,
destruirá el sistema físico sobre el que se sustenta y se hundirá (Diamond,
2006). Se hace necesario, a este respecto, distinguir entre crecimiento y
desarrollo. Como afirma Daly (1997), «el crecimiento es incremento cuantitativo
de la escala física; desarrollo, la mejora cualitativa o el despliegue de
potencialidades, Puesto que la economía humana es un subsistema de un
ecosistema global que no crece, aunque se desarrolle, está claro que el
crecimiento de la economía no es sostenible en un período largo de tiempo,
4. Crecimiento
demográfico y sostenibilidad
A lo largo del siglo 20 la
población se ha más que cuadruplicado. Y aunque se ha producido un descenso en
la tasa de crecimiento de la población, ésta sigue aumentando en unos 80
millones cada año, por lo que puede duplicarse de nuevo en pocas décadas. La Comisión
Mundial del Medio
Ambiente y del Desarrollo
(1988) ha señalado las consecuencias: «En muchas partes del mundo, la población
crece según tasas que los recursos ambientales disponibles no pueden sostener,
tasas que están sobrepasando todas las expectativas razonables de mejora en
materia de vivienda, atención médica, seguridad alimentaria o suministro de
energía».
Alrededor de un 40% de la
producción fotosintética primaria de los ecosistemas terrestres es usado por la
especie humana cada año para, fundamentalmente, comer, obtener madera y leña,
etc. Es decir, la especie humana está próxima a consumir tanto como el conjunto
de las otras especies.
Como explicaron los
expertos en sostenibilidad, en el marco del llamado Foro de Río + 5, la actual
población precisaría de los recursos de tres Tierras (!) para alcanzar un nivel
de vida semejante al de los países desarrollados. Puede decirse, pues, que
hemos superado ya la capacidad de carga del planeta.
5. Tecno-ciencia para la sostenibilidad
Cuando se plantea la
contribución de la tecno-ciencia a la sostenibilidad, la primera consideración
que es preciso hacer es cuestionar cualquier expectativa de encontrar
soluciones puramente tecnológicas a los problemas a los que se enfrenta hoy la
humanidad. Pero, del mismo modo, hay que cuestionar los movimientos
anti-ciencia que descargan sobre la tecno-ciencia la responsabilidad absoluta
de la situación actual de deterioro creciente. Muchos de los peligros que se
suelen asociar al “desarrollo científico y tecnológico” han puesto en el centro
del debate la cuestión de la “sociedad del riesgo”, según la cual, como
consecuencia de dichos desarrollos tecno - científicos actuales crece cada día
la posibilidad de que se produzcan daños que afecten a una buena parte de la
humanidad y que nos enfrentan a decisiones cada vez más arriesgadas.
6. Reducción
de la pobreza
Según el Banco Mundial, el total de seres humanos
que vive en la pobreza más absoluta, con un dólar al día o menos, ha crecido de
1200 millones en 1987 a 1500 en la actualidad y, si continúan las actuales
tendencias, alcanzará los 1900 millones para el 2015.
Al abordar el problema de la pobreza extrema se
suelen señalar tres hechos que reclaman una atención inmediata: la mortalidad
prematura, la desnutrición y el analfabetismo (CMMAD, 1998). Ésa es la razón
por la que el PNUD ha introducido el IDH (Índice de Desarrollo Humano) que
intenta reflejar el bienestar desde un punto de vista más amplio, contemplando
tres dimensiones –longevidad, estudios y nivel de vida– y que se ha convertido
en un instrumento para evaluar las diferencias entre países.
La reducción de la pobreza
y la universalización de los Derechos Humanos se convierten así en una
necesidad absoluta para la supervivencia de la especie humana y aunque sólo sea
por egoísmo inteligente es preciso actuar, porque la prosperidad de un reducido
número de países no puede durar si se enfrenta a la extrema pobreza de la
mayoría.
Esta pobreza extrema está
vinculada al conjunto de problemas que caracterizan la situación de emergencia
planetaria, desde la degradación de los ecosistemas o el agotamiento de los
recursos a la explosión demográfica y se traduce en enfermedades, hambre
literal y, en definitiva, en baja esperanza de vida.
7. Igualdad de género
Hablar de igualdad de sexos
o, como es más frecuentemente aceptado, de igualdad de género, es referirse a
un objetivo contra una realidad de discriminaciones y segregación social. Éste
es un problema universal, pero para comprender mejor los patrones y sus causas,
y por lo tanto eliminarlos, conviene partir del conocimiento de las
particularidades históricas y socioculturales de cada contexto específico. Por
consiguiente, es necesario considerar qué responsabilidades y derechos
ciudadanos se les reconocen a las mujeres en cada sociedad, en comparación con
los que les reconocen a los hombres, y las pautas de relación que entre ellos
se establecen.
La enumeración de discriminaciones que hace el PNUD
es interminable: «la pobreza afecta en mayor medida a las mujeres», lo que se
relaciona con «su desigualdad en cuanto al acceso a la educación, a los
recursos productivos y al control de bienes, así como, en ocasiones, a la
desigualdad de derechos en el seno de la familia y de la sociedad». Esa
discriminación va más allá de las leyes: «Allí donde los derechos de las
mujeres están reconocidos, la pobreza (con el analfabetismo que conlleva) a
menudo les impide conocer sus derechos». Por otra parte, en los países
industrializados, pese haber logrado, no hace mucho, la igualdad legal de
derechos «se sigue concediendo empleos con mayor frecuencia y facilidad a los
hombres, el salario es desigual y los papeles en función del sexo son aún
discriminatorios.
Con menos oportunidades
educativas y económicas que los hombres, lógicamente las mujeres tienden a
padecer hambre y mayores deficiencias en la nutrición. Se habla por ello de
«feminización de la pobreza»
La erradicación de la
discriminación de las mujeres entronca así con los objetivos de la educación
para la sostenibilidad, de la reducción de la pobreza y, en definitiva, de la
universalización de los derechos humanos.
El tercer objetivo de
Desarrollo del Milenio desafía la discriminación contra la mujer y busca
asegurar que las niñas, como los niños, tengan el derecho a la escolarización.
Los indicadores relacionados con este objetivo buscan medir el progreso hacia
la mayor alfabetización de la mujer, hacia la mayor participación y
representación de ésta en la política y en la toma de decisiones de los Estados
y hacia la mejora de las perspectivas de empleo. Así y con todo, el tema de la
igualdad de género no se limita a un solo objetivo sino que se aplica a todos
ellos. Sin progreso hacia la igualdad de género y sin la capacitación de la
mujer, no se alcanzará ninguno de los objetivos de desarrollo del milenio.
8. Contaminación sin fronteras
El problema de la
contaminación es uno de los primeros que nos suele venir a la mente cuando
pensamos en la situación del mundo, puesto que la contaminación ambiental hoy
no conoce fronteras y afecta a todo el planeta.
La mayoría de los
ciudadanos percibimos ese carácter global del problema de la contaminación; por
eso nos referimos a ella como uno de los principales problemas del planeta.
Pero conviene hacer un esfuerzo por concretar y abordar de una forma más
precisa las distintas formas de contaminación y sus consecuencias.
Todo ello se traduce en una
grave destrucción de ecosistemas y pérdidas de biodiversidad.
La contaminación de suelos
y aguas producida por unos productos que, a partir de la Segunda Guerra
Mundial, produjeron una verdadera revolución, incrementando notablemente la
producción agrícola. Nos referimos a los fertilizantes químicos y a los
pesticidas que junto a la gran maquinaria hicieron posible la agricultura
intensiva, de efectos muy negativos a medio y largo plazo, En efecto, la
utilización de productos de síntesis para combatir los insectos, plagas,
malezas y hongos aumentó la productividad pero, como advirtió la Comisión
Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo (1988), su exceso amenaza la salud
humana y la vida de las demás especies.
Hoy, afortunadamente,
existe ya un “Convenio de Estocolmo” que, además de tener entre sus metas
reducir y llegar a eliminar totalmente doce de los COP más tóxicos, prepara el
camino para un futuro libre de COP, al tiempo que asistimos a un creciente
desarrollo alternativo de biopesticidas y biofertilizantes, dentro de una
orientación denominada “Biomímesis”, que busca inspirarse en la naturaleza para
avanzar hacia la sostenibilidad.
9. Consumo responsable
Es preciso evitar el
consumo de productos que dañan al medio ambiente por su alto impacto ambiental,
es preciso ejercer un consumo más responsable, más basado en los productos
locales -como preconizan, por ejemplo, el “Local Food Movement” o el movimiento
“slow”- en la agricultura agroecológica, etc. Un consumo alejado de la
publicidad agresiva que nos empuja a adquirir productos inútiles o exóticos y
que a menudo se viste engañosamente de verde (incurriendo en lo que se ha
denominado “Greenwashing”). Es preciso, además, ajustar ese consumo a las
reglas del comercio justo, que implica producir y comprar productos con
garantía de que han sido obtenidos con procedimientos sostenibles, respetuosos
con el medio y con las personas... Corrientes como “Nueva cultura del agua”,
“Nueva cultura energética”, “Nueva cultura de la movilidad” o “Nueva cultura
urbana”, expresan la necesidad y posibilidad de estos cambios en los patrones
de consumo y gestión de los recursos. Pero aunque todo esto es necesario, no es
suficiente para sentar las bases de un futuro sostenible. Es necesario también
abordar otros problemas relacionados como el crecimiento realmente explosivo
que ha experimentado en muy pocas décadas el número de seres humanos.
10. Turismo sostenible
La problemática del turismo
está estrechamente ligada a la del consumo responsable, porque al igual que
muchas de las cosas que hacen posible nuestro trabajo, o que dan sentido a
nuestras vidas, hacer turismo exige consumo.
Puede decirse, pues, que el
turismo, tal como se está realizando actualmente, no es sostenible. Pero esto
es consecuencia, como en el caso de otros muchos problemas, de una búsqueda de
beneficios inmediatos, que impulsa a la masificación y a la destrucción de
recursos.
El turismo sostenible atiende a las necesidades de
los turistas actuales y de las regiones receptoras y al mismo tiempo protege y
fomenta las oportunidades para el futuro. Se concibe como una vía hacia la
gestión de todos los recursos de forma que puedan satisfacerse las necesidades
económicas, sociales y estéticas, respetando al mismo tiempo la integridad
cultural, los procesos ecológicos esenciales, la diversidad biológica y los
sistemas que sostienen la vida.
11. Derechos humanos y sostenibilidad
La preservación sostenible
de la especie humana en nuestro planeta exige la libre participación de la
ciudadanía en la toma de decisiones (lo que supone la universalización de los
Derechos humanos de primera generación) y la satisfacción de sus necesidades
básicas (Derechos de segunda generación). Pero esta preservación aparece hoy
como un derecho en sí mismo, como parte de los llamados
Derechos humanos de tercera
generación, que se califican como derechos de solidaridad porque tienden a
preservar la integridad del ente colectivo.
12. Diversidad cultural
En el tema de la diversidad
cultural o etnodiversidad se incurre en este biologismo cuando se afirma, como
hace Clément (1999), que «El aislamiento geográfico crea la diversidad. De un
lado, la diversidad de los seres por el aislamiento geográfico, tal es la
historia natural de la naturaleza; del otro, la diversidad de las creencias por
el aislamiento cultural, tal es la historia cultural de la naturaleza». Esa
asociación entre diversidad y aislamiento es, desde el punto de vista cultural,
cuestionable: pensemos que la vivencia de la diversidad aparece precisamente
cuando se rompe el aislamiento; sin contacto entre lugares aislados solo
tenemos una pluralidad de situaciones cada una de las cuales contiene escasa
diversidad y nadie puede concebir (y, menos, aprovechar) la riqueza que supone
la diversidad del conjunto de esos lugares aislados.
Por la misma razón, no
puede decirse que los contactos se traducen en empobrecimiento de la diversidad
cultural. Al contrario, es el aislamiento completo el que supone falta de
diversidad en cada uno de los fragmentos del planeta, y es la puesta en
contacto de esos fragmentos lo que da lugar a la diversidad. Es necesario,
pues, cuestionar el tratamiento de la diversidad cultural con los mismos patrones
que la biológica. Y ello obliga a preguntarse si la diversidad cultural es algo
tan positivo como la biodiversidad.
13. Urbanización
y sostenibilidad
La palabra ciudadano se ha
convertido casi en sinónimo de ser humano… hablamos de civismo, de educar en la
ciudadanía, de derechos y deberes de los ciudadanos… la ciudadanía y, por
tanto, la ciudad, aparecen como una conquista clave de los seres humanos. Y en
ese sentido, tan ciudadanos son los habitantes de una gran ciudad como los de
una pequeña población rural. Pero sabemos que la atracción de las ciudades, del
mundo urbano, sobre el mundo rural tiene razones poderosas y en buena parte
positivas. Como afirma Folch, «las poblaciones demasiado pequeñas no tienen la
masa crítica necesaria para los servicios deseables». La educación, la sanidad,
el acceso a trabajos mejor remunerados, la oferta cultural y de ocio… todo
llama hacia la ciudad en busca de un aumento de calidad de vida.
14. Nueva
cultura del agua
El agua ha sido considerada
comúnmente como un recurso renovable, cuyo uso no se veía limitado por el
peligro de agotamiento que afecta, por ejemplo, a los yacimientos minerales.
El problema del agua
aparece así como un elemento central de la actual situación de emergencia
planetaria (Vilches y Gil, 2003) y su solución –que exige el reconocimiento del
derecho fundamental de todo ser humano a disponer de, por lo menos, 20 litros
de agua potable diarios (Bovet, 2008, pp. 52-53)– sólo puede concebirse como
parte de una reorientación global del desarrollo tecnocientífico, de la
educación ciudadana y de las medidas políticas para la construcción de un
futuro sostenible, superando la búsqueda de beneficios particulares a corto
plazo y ajustando la economía a las exigencias de la ecología y del bienestar
social global.
15. Gobernanza universal. Medidas políticas para la
sostenibilidad
Vivimos una grave situación
de emergencia planetaria que obliga a pensar en un complejo entramado de
medidas, tecnológicas, educativas y políticas, cada una de las cuales tiene
carácter de conditio sine qua non, sin que ninguna de ellas, por sí sola, pueda
resultar efectiva, pero cuya ausencia puede anular el efecto de las que sí se
apliquen: se ha comprendido, en efecto, que no basta con plantear tecnologías
para la sostenibilidad o una educación para la sostenibilidad; son precisas
igualmente medidas políticas que garanticen las auditorias ambientales, la
protección de la diversidad biológica y cultural, la promoción de tecnologías
sostenibles mediante políticas de I + D y una fiscalidad verde que penalice los
consumos y actuaciones contaminantes.
Pero tampoco basta con
políticas locales o estatales; hemos de reconocer que no es posible abordar
solo localmente problemas como una contaminación sin fronteras, el cambio
climático, el agotamiento de recursos vitales, la pérdida de biodiversidad o la
reducción de la pobreza y la marginación, que afectan a todo el planeta.
REFERENCIAS.
DÉCADA DE LA EDUCACIÓN PARA LA SOSTENIBILIDAD. TEMAS DE ACCIÓN CLAVE